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martes, 7 de febrero de 2017

Astrología y los Astros



Los astros que constituyen la jerarquía divina y que se desplazan en el universo del Zodiaco, son siete: el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. A cada uno de ellos se le atribuyó un día y juntos formaron los siete días de la semana.
Posteriormente, fueron descubiertos, investigados e incluidos otros tres: Urano, Neptuno y Plutón.
En Astrología, cada signo se ve “regido” por un astro cuyas cualidades corresponden a las del signo en cuestión.





Para el hombre de la Antigüedad, el cielo era la morada de los dioses. Las constelaciones, y luego los astros, se convirtieron en las figuras de estos dioses.
Bajo una aparente inmovilidad todo se mueve continuamente sobre nuestras cabezas. Este simple hecho, del cual el hombre de la Anti­güedad tomó con­ciencia, y que el hombre moder­no supo demostrar científicamente, confirma que en nuestro mun­do terreno todo es ilusión. En efecto, creemos ver un cielo perpetuamente idén­tico a sí mismo, donde todo parece estar en el mismo lugar; pero si lo observa­mos atentamente, nos daremos cuenta de que se mueve y se trans­forma ante nuestros ojos. Supone­mos, del mismo modo, que nos en­contramos en un punto fijo: con los pies en la tierra. Pero, en realidad, la Tierra gira sobre sí misma y alrede­dor del Sol, que a su vez se desplaza por la Vía Láctea (nuestra galaxia), la cual, asimismo, avanza en el universo.



A lo largo de los siglos - ya que todo esto no fue asimilado en un día -, el zodíaco, o el universo de los dioses, fue el espejo panorámico de las ideas, de los sentimientos, de las pasiones divinizadas por los hombres. Así, todo lo que ocurre en el zodíaco, las infor­maciones que allí podemos leer y ex­traer, resultan de nuestras propias ^proyecciones y de nuestra imagi­nación, de nuestra conciencia o mas exactamente de las de nuestros antepasados, cuyo pensamiento y espíritu están mucho más cerca de los nuestros de lo que podemos creer. Para el hombre de la Antigüedad, entrar en el universo del zodíaco es ele­varse al nivel de los dioses, pero sobre todo era entrar de lleno en el territo­rio del conocimiento inmediato y espontáneo del mundo cotidiano y, de un modo más sutil, más profundo también, de la conciencia individualizada. Entrar en el universo del zodíaco y consultar los astros, es decir, a los dioses, según como acabamos de definirlos, es lanzarse al descubrimiento del mundo y de uno mismo.
¿Cómo no quedar admirados cuando contemplamos el gran espectáculo de un cielo estrellado? ¿No nos da el ciclo la impresión de ser un inmenso océano sin límite, que envuelve a la Tierra, y en cuyas aguas nuestro planeta parece una isla? El hombre de la Antigüedad razonaba de este modo cuando nombraba las Aguas Superio­res y las Aguas Inferiores, y cuando se imaginaba poéticamente que, en su origen, durante la creación del mun­do, las Aguas Superiores y las Aguas Inferiores se disociaron. En las Aguas Superiores, los astros, esas grandes naves del espacio tripuladas por los dioses, viajaban siguiendo las órbi­tas, o círculos, relativamente inmuta­bles alrededor de la Tierra; se despla­zaban en el zodíaco para anunciar, con regularidad, el retorno de fenómenos naturales con los cuales, a lo largo de los siglos, fueron identificados. Los astros adquirieron una identidad. Se les atribuyeron cualidades naturales y, luego, humanas que les correspon­dieron perfectamente. Estas son las que vamos a descubrir.



A cada signo su estación; a cada estación, sus signos. Los 12 signos astrológicos se suceden en el zodíaco al ritmo de la naturaleza... 
En el zodíaco, los 12 signos astrológicos se agrupan de 3 en 3, en cada una de Las 4 estaciones.
Primavera: Aries, Tauro, Géminis.
Verano: Cáncer, Leo, Virgo.
Otoño: Libra, Escorpio, Sagitario.
Invierno: Capricornio, Acuario, Piscis.

Están también agrupados de 3 en 3, según los 4 elementos:
Fuego: Aries, Leo, Sagitario.
Tierra: Tauro, Virgo, Capricornio.
Aire: Géminis, Libra, Acuario.
Agua: Cáncer, Escorpio, Piscis.
Recordemos que el zodíaco el instrumento del astrólogo, es un sistema de lectura creado por el hombre de la Antigüedad para reunir y codificar sus conocimientos, su visión del mundo y de la vida. Para entender la estructura fundamental del zodíaco, hay que descubrir y señalar las analogías existentes entre cada una de las 4 estaciones del año y cada uno de los 12 signos astrológicos, instalados en él zodíaco a partir de la observación de los fenómenos de la naturaleza.


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